Estamos algo cansados, quemados como un guiri de
resaca en Torremolinos, cual chicharrón bien pasado, como una rueda de fórmula
1. El primer año en la dirección de la Escuela ha sido movido y, sin matices,
poco exitoso. Supongo que habrá que darle una oportunidad a las cosas, no ser
impaciente y dejar que reposen un tiempo, al igual que una buena paella.
Cuando aparecieron las sentencias del Supremo
y nos lanzamos a la aventura de reclamar la integración en la Universidad,
sabíamos que el camino iba a ser arduo. Nos encontramos con el apoyo de la
comunidad escolar y, más aún, de unos cuantos centros gallegos. Todo ello nos
dio fuerza y valor, y en eso seguimos. Junto con tantos otros, fuimos capaces
de crear sendas Plataformas (gallega y estatal) para estimular el debate y nos
encontramos con muchas personas que coincidían con nosotros en el diagnóstico
respecto a la situación de las EEAASS. También hallamos el aliento de muchos
colegas y, sin duda alguna, el apoyo explícito de la profesión de la CR. Por
desgracia, ahí se acabaron las buenas noticias; el resto ha sido la
constatación de una profunda soledad. La carrera política del abajo firmante
está fenecida, logrando un récord difícilmente igualable (rapidez en tener a
toda la Consellería de Educación en contra). La Universidad tampoco ha mostrado
apoyos demasiado explícitos y ha procurado nadar y guardar la ropa. Con todo,
lo peor ha sido la respuesta de los compañeros de las EEAASS: ningún auxilio
entre los directores de Escuelas de CR; toda la maquinaria de poder de ACESEA contra
nosotros, los perroflautas. No se romperá la promesa de evitar el
enfrentamiento directo, pero es de justicia declarar que se han utilizado todas
las armas, por momentos indignas, para silenciar esta voz de la discordia. Qué
estimulante, quizá qué vivificante, debe ser sentir poder (no podemos entender las
actitudes de otra manera).
Ayer nos encontramos con muchos colegas en el
IPCE para hablar de los estudios de CR. Malas noticias: faltaron los defensores
de la opción no universitaria y desde luego hubos muchos sitios vacíos. Pero
seamos justos, la mayor parte de las cosas fueron positivas: la implicación del
IPCE, el dinamismo de ACRE, la amable presencia de dos decanos, la presencia de
dos Escuelas Superiores y sobre todo, el alejamiento del discurso del
enfrentamiento que tanto ha dañado a la profesión. Hablamos de construir
planes de estudio conjuntos y de tantas cosas positivas que sinceramente, no
podemos rendirnos al pesimismo.
Superado el debate de una segura y cercana
integración universitaria sabed, eso sí, que los ausentes son los culpables de
la persistencia del problema. Aquellos que sugieran desconocimiento como
argumento para la inhibición estarán ocultando que ayer estaban invitados. Pero
no hay inconveniente: tendrán prontamente oportunidad para debatir de nuevo. Para
entonces, la discusión habrá superado los enfrentamientos y se dirigirá hacia un
futuro nunca más enmudecido.
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