lunes, 20 de octubre de 2014

Muy harto de Brandi

Tras una (acre) discusión con un colega de profesión, me reafirmo más aún en mis profundas convicciones sobre la dirección que toma la disciplina, y cuán equivocados estamos los CR. Renuncio al trabajo de justificar mis preguntas con referencias bibliográficas y argumentos epistemológicos. Al que le interese su futuro profesional, le recomiendo que actualice su literatura de cabecera. Asi pues, muy a la brava, me pregunto: 

  • ¿No hemos estado más preocupados por restaurar “eticamente” que por la preservación, la protección, la CONSERVACIÓN?
  • ¿Hemos convertido el diagnóstico en el objeto central de nuestro trabajo, o nos produce aburrimiento?
  • ¿Analizamos, antes que nada, los procesos de alteración y los riesgos, ambientales pero también antrópicos?
  • ¿Seguimos o no atados a nuestro bisturí y nuestro B-72; aplicando ACRÍTICAMENTE los tratamientos aprendidos en los centros de formación?
  • ¿Nos interesa la gestión, la catalogación, la prevención, antes que la intervención directa, o más bien al revés?
  • ¿Hemos dedicado tiempo a estudiar, a renovar conocimiento?
  • ¿Hemos investigado y publicado, difundido ese conocimiento?
  • ¿Hemos publicitado nuestra actuación?¿Hemos cooperado a la mejora del RECONOCIMIENTO SOCIAL del patrimonio cultural?
  • ¿Hemos sido nuestros peores enemigos?¿Nos hemos preocupado por proteger al individuo antes que al grupo  profesional? (y así nos ha ido)
  • ¿Hemos asumido las políticas de las administraciones públicas o, por el contrario, hemos hecho frente a la ausencia de estrategias patrimoniales coherentes?
  • ¿Nos interesa, apreciamos sinceramente el patrimonio, o es sólo nuestro ecosistema?

Cuando analizo esta profesión y su estado, no soy capaz de diferenciar las culpas ajenas de las propias. E, ingenuamente, echo la culpa a Cesare Brandi, por habernos entretenido en debates estériles (y como profesor, también me pregunto qué culpa tenemos las entidades académicas).

(Cesare, por cierto, era historiador del arte)


Fernando Carrera Ramírez

jueves, 20 de marzo de 2014

Mensaje a nuestro alumnado, algo cansado y quizá asimismo confundido

No se nace violento, más bien el ecosistema social convierte a la persona en lo que vemos, en lo que rápida y con frecuencia injustamente juzgamos. Somos ariscos, lo sabemos, pero como el violento tampoco nacimos así. Nuestro ecosistema profesional nos convirtió en seres protestones y poco maleables: nada de lo realizado resultó sencillo, todo hubo de ser tercamente peleado. Y cuando tuvimos la oportunidad, intentamos hacer algo para aliviar esa experiencia en los colegas, en los futuros colegas.

En cuanto conocimos las –largamente sospechadas- sentencias del Tribunal Supremo vimos clara la oportunidad de volver (sí, volver, si es que alguna vez dejamos de hacerlo) a pelear por un título y una ubicación justas, lejos de las arbitrarias equivalencias. Por el camino encontramos personas que nos acompañaron, desde otras disciplinas; nombres que se han dejado la piel en esta lucha, con poco que ganar y unas cuantas cosas que perder. Personas que han perdido peso en la batalla, han sido injustamente vapuleados y han arriesgado prestigio pero también tranquilidad. 

También hay algunas instituciones, algunas entidades, entre las que orgullosamente se puede citar a la ESCRBCG, que se han significado mucho. Creo que, más allá de la derrota, hemos conseguido ser ejemplo de valentía, de unidad, de oposición a la injusticia, de avanzar ciegamente hacia un objetivo en el que apenas nadie salvo nosotros creíamos.  

¿Por qué se ha hecho?. Por todos y por nadie, por poco y por todo. Por solucionar un problema histórico, enquistado y enconado, que nadie ha sabido o ha querido resolver. Un problema de justicia absoluta, un problema de muy sencilla solución pero contaminado de intereses, en los que se han olvidado los derechos de los estudiantes. Y más aún, se ha condicionado gravemente la posibilidad de éxito de los profesionales.

Sabemos que todo esto os parece lejano y no queremos contaminar vuestra inocencia con un discurso demasiado amargo; no haremos un diagnóstico profundo del estado de nuestra profesión, en la que ejercimos largos años y por la que sentimos profundo respeto. Si evitamos ese diagnóstico debéis creer entonces nuestras palabras: la titulación lo es todo. Es la oportunidad, la visibilidad, el poder; pero también cosas tan sencillas como la nómina o la mera capacidad de interlocución. Es el principio para la reconstrucción de una profesión herida. 

Una titulación que se nos ha negado por razones falsas y complejos absurdos. Un derecho que os habréis ganado en los largos años de estudio y de especialización. Una situación que no puede sostenerse por más tiempo.

En el programa de dirección presentado en 2011 nos habíamos comprometido a trabajar en la solución de ese conflicto. Arriesgamos, nos esforzamos mucho y aún así no fuimos capaces de conseguirlo, llegando hasta el límite con una dimisión anunciada. Pese a esta situación, no renunciamos a seguir luchando: a partir de ahora como meros profesores, como profesionales, como individuos, pero tened claro que seguiremos tercamente dando la matraca.

Por amor a una profesión aún apenas percibida, por vuestros colegas ninguneados, por respeto al patrimonio, por justicia, os animamos a perseverar, a no rendiros, a ser creativos, a seguir peleando. A buscar cada día un breve tiempo para lanzar un tuit o enviar un mensaje, a salir a la calle, a encerrarse, a llenar las calles de Pontevedra con vuestras alegres manifestaciones. No nos rindamos, no dejemos sin respuesta la incomprensión recibida, no hagamos el juego a los presidentes de la desesperación. Estaremos todos trabajando porque sea algo más justo, aunque en una mínima parte, este mundo que nos hemos encontrado: violento.  

Para empezar, os ruego acompañéis (y difundáis) la iniciativa de la Asamblea Abierta, que ha diseñado una nueva campaña de recogida de firmas:


Un sincero agradecimiento por vuestra lucha; un fuerte saludo de ánimo.