martes, 4 de junio de 2013

VIEJO, ¿QUÉ DEBO HACER?


A los pacientes amigos que han querido oírme, nunca les he ocultado que la pasión –que no la eficiencia- imprimida al trabajo es fruto de la sutil enseñanza de mi padre. Un hombre que esperó tenaz a mi madurez para contarme su aventura; cuando teniendo ya criterio sobre las cosas no pudiera condicionarme ese relato. Me contó entonces su paso por la cárcel, los años dilapidados tras un ideal para entonces derrotado. En su ingenuidad senil, no percibía que todo ese adiestramiento había sido por mí aprendido día a día, a partir de gestos inapreciables, esa maestría en formar sin enseñar cuyo secreto todavía hoy se me oculta.

De todo aquello, guardo con especial ternura su sentimiento de soledad, su abandono y sorpresa al reincorporarse al mundo y sentir que todo había ido a peor, que los equivocados parecían ser ellos y que el pueblo asumía tibiamente su inmersión en un oscuro y largo período conocido por franquismo.

Para mi desgracia, he conocido esa sensación repetidamente. Por momentos uno se ha sentido sólo, incomprendido y desmoralizado pese a saber que sigue habiendo idealistas como él, aislados por un régimen ayer dictatorial y hoy falsamente democrático.

Puestos a aportar algo al mundo y con una modestia de ambiciones que el viejo hubiera denostado, intentamos poner un grano extra de arena en un trabajo que adorábamos y que acabó torpemente en la docencia. Es una larga historia que no puede ser relatada ahora y que para mi consuelo descansa  el sueño de los justos.

Lo importante hoy, lo que quiero contaros, es una nueva derrota en esta larga guerra que hemos emprendido para dignificar esta profesión que ejercemos orgullosamente. Ayer fue desbaratada en el parlamento gallego, como no podía ser menos, una proposición no de ley que pretendía la integración de las enseñanzas artísticas superiores en la universidad. Conoceréis prontamente el argumentario -falaz y demagógico os adelanto- que nos mantiene en un espacio oscuro, paralelo en mi imaginación al temido purgatorio.

Y me pregunto qué hacer para sobrevivir a tanto desdén, abrumado como estoy por el cansancio, desorientado el rumbo. Dudo si entrar en presidio voluntario abandonando un cargo que no me enorgullece; si desaparecer o si morir matando; si renunciar a tanto esfuerzo y volver al estudio de mis amadas y viejas piedras. Qué  harías tú, me cuestiono, ante este nuevo estorbo en un camino que se presentaba en apariencia bien marcado. Los amigos encontrados, los apoyos recibidos, las buenas experiencias no compensan la magnitud de la amargura transmitida desde la política, desde la ignorancia, desde el puro desprecio.

Qué paradoja: la propuesta ha sido presentada por los comunistas, como tú, viejo.

Fernando Carrera Ramírez
Director de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Galicia