- ¿No hemos estado más preocupados por restaurar “eticamente” que por la preservación, la protección, la CONSERVACIÓN?
- ¿Hemos convertido el diagnóstico en el objeto central de nuestro trabajo, o nos produce aburrimiento?
- ¿Analizamos, antes que nada, los procesos de alteración y los riesgos, ambientales pero también antrópicos?
- ¿Seguimos o no atados a nuestro bisturí y nuestro B-72; aplicando ACRÍTICAMENTE los tratamientos aprendidos en los centros de formación?
- ¿Nos interesa la gestión, la catalogación, la prevención, antes que la intervención directa, o más bien al revés?
- ¿Hemos dedicado tiempo a estudiar, a renovar conocimiento?
- ¿Hemos investigado y publicado, difundido ese conocimiento?
- ¿Hemos publicitado nuestra actuación?¿Hemos cooperado a la mejora del RECONOCIMIENTO SOCIAL del patrimonio cultural?
- ¿Hemos sido nuestros peores enemigos?¿Nos hemos preocupado por proteger al individuo antes que al grupo profesional? (y así nos ha ido)
- ¿Hemos asumido las políticas de las administraciones públicas o, por el contrario, hemos hecho frente a la ausencia de estrategias patrimoniales coherentes?
- ¿Nos interesa, apreciamos sinceramente el patrimonio, o es sólo nuestro ecosistema?
Cuando analizo esta profesión y su estado, no soy capaz de diferenciar las culpas ajenas de las propias. E, ingenuamente, echo la culpa a Cesare Brandi, por habernos entretenido en debates estériles (y como profesor, también me pregunto qué culpa tenemos las entidades académicas).
(Cesare, por cierto, era historiador del arte)
Fernando Carrera Ramírez
No hay comentarios:
Publicar un comentario