martes, 9 de enero de 2018

UNA OPORTUNIDAD PARA EL PASATIEMPO

El estanque del Retiro, en su estado actual
Acompañado por hermanos y sobrinos, el pasado día 3 de enero del recién estrenado 2018 visitamos el Parque del Pasatiempo en Betanzos. La visita, amablemente guiada por miembros de la Asociación de Amigos del Parque del Pasatiempo, nos pareció una experiencia extraordinaria, un gran placer que agradezco públicamente aquí. Conocíamos el Pasatempo hace largo tiempo y siempre lo vimos como un patrimonio magnífico, difícil de clasificar pero inmenso. Las explicaciones recibidas, la transmisión de conocimientos sobre el significado del Parque enriquece enormemente nuestra percepción de ese conjunto patrimonial. 

Ese relato no es casual sino producto un largo trabajo de investigación por parte de la asociación citada. Con todo ello y como mínimo, han logrado mejorar la comprensión de un patrimonio de significados múltiples, ocasionalmente escondidos. Y enriquecer en consecuencia una narración que deberá ser transmitida a un público que quedará abrumado por la riqueza de este jardín histórico.

Como dijimos, el Pasatiempo aparece como un patrimonio complejo, algo difícil de encajar en las categorías convencionales; aquello que entendemos como “monumento” o “arte”. Pues bien, dejemos claro que es un magnífico monumento, es arte y estética pero también un área de esparcimiento y un parque de intenciones didácticas. Más allá de su soporte material, lo que más nos atrae es el potencial de su legado inmaterial: una magnífica lección de historia contemporánea de Betanzos y Galicia, de España y América; una exposición de ideologías y valores, de creencias y ritos, de vidas y personas extraordinarias. El Pasatiempo esconde un cúmulo de historias personales en las que nos sentimos parcialmente reflejados (quizá a través de la memoria de nuestros abuelos): hay emigrantes e “indianos”, hay poderosos y humildes, hay tanta diversidad como la de esa sociedad que congeló en cemento y piedra.

¿Qué reconoce la ley como Bien de Interés Cultural (BIC)?, ¿no era precisamente lo descrito?. Pese a todo y por ahora el Parque no ha merecido la calificación de BIC. Y esa pequeña acción administrativa nos parece esencial, por sus efectos jurídicos pero también simbólicos. Entendemos que ese reconocimiento exigiría la redacción de figuras de gestión estrictas y una tutela administrativa real que evitase decisiones poco comprensibles. Por ejemplo: la actuación que se está promoviendo ahora es la reparación de la pasarela metálica que accede al Parque, de reciente construcción y negativo impacto. Y mientras tanto, se agota el tiempo para buena parte del conjunto, que amenaza ruina en algunos de sus elementos más singulares.

Ahora debemos abordar un breve análisis del estado de preservación del monumento, amenazado por el paso del tiempo y la falta de un mantenimiento efectivo. La impresión global que se recibe es la de un patrimonio olvidado, con problemas graves que amenazan no sólo la conservación del objeto sino también al público que lo visita. En un análisis más técnico, es posible adivinar actuaciones de restauración ineficaces y ocasionalmente imprudentes. Y desde luego, realizadas con criterios de intervención obsoletos. 

En el fondo y una vez más, el Pasatiempo refleja nuestra incapacidad para reconocer adecuadamente los valores del patrimonio cultural, lleno de potencialidades intangibles (saber, conocimiento, orgullo) pero también otras perfectamente materiales (valor económico y turístico). La responsabilidad de la administración, de la política, no es otra que facilitar la preservación y a través de ella el aprecio ciudadano de un patrimonio de propiedad comunitaria. El ocultamiento o el abandono, sea por ignorancia o por intereses espurios, debe ser denunciado y combatido. 

Esta tribuna pretende esa denuncia, o mejor y más modestamente, acompañar a la emprendida por otros. Como vamos viendo con mayor frecuencia en los últimos tiempos, la sociedad civil se organiza para proteger su patrimonio cultural; personas o grupos que frente a la desidia actúan a partir de una ilusión compartida: ver nuestro patrimonio cultural aprehendido y disfrutado por la ciudadanía. Sabiamente explotado, socialmente útil. Para fortuna del Pasatiempo, hay personas que llevan tiempo llamando la atención sobre su estado, estudiando y redescubriendo sus diversos lenguajes, su interpretación compleja; creando un relato que pueda ser transmitido al público. 

Los conservadores restauradores queremos sumarnos a ellos, no sólo admirar su tesón sino apoyar activamente, ayudar a transmitir la urgencia de la situación y sugerir acciones posibles, antes del colapso. Insistir a los responsables en la necesidad de intervenir con sabiduría y respeto, con criterios distintos a los que han dominado algunas de las acciones ejecutadas hasta ahora. 

Seguiremos y apoyaremos a las personas que defienden el Pasatiempo. Son desinteresados y sabios, son ya parte de su historia, de su valor intangible. Y de paso, evitemos una nueva derrota, otra pérdida de nuestra memoria colectiva.

Referencias de interés:

martes, 7 de noviembre de 2017

Carta aos arqueólogos galegos

Carta abierta a Xulio Carballo, Lino Gorgoso e Israel Picón

Estimados amigos, colegas e compañeiros:

Pola amizade que nos une, queremos explicar detalladamente a nosa posición en relación á solicitude de firma do comunicado en defensa da profesión da arqueoloxía en Galicia. Escribimos nunha múltiple condición: como prehistoriadores/arqueólogos, pero tamén como docentes nunha escola de conservadores restauradores con especialización en arqueoloxía. Ademais, tamén na dobre figura, bastante infrecuente, de prehistoriador e conservador de arqueoloxía, e mesmo desde a presidencia dunha asociación profesional de conservadores (ACRE). Todas esas condicións complican pero enriquecen a nosa opinión, nun cúmulo de matices argumentais difíciles de ordenar. Tentarémolo.

Un de nós asinou o comunicado e o outro non, pero iso resulta bastante pouco relevante. En realidade o debate non é a resposta senón a pregunta tal e como está exposta, que nos deixa unha única e insuficiente alternativa (si ou non). Ambos poderiamos asinalo, ou ambos non: esa é a nosa postura compartida respecto dos documentos. Por unha banda, temos a sensación de que deberiamos asinalo, porque sentímonos tamén arqueólogos e porque nos solidarizamos e comprendemos as reivindicacións expresadas. A outra sensación compartida é de incomodidade e desasosego pola profesión de conservador restaurador de arqueoloxía, á que representamos e que nos permite non só vivir, senón -e iso é raro- sentirnos socialmente útiles. Desde ese punto de vista, non poderiamos asinar unha reivindicación que deixa fóra algúns aspectos que consideramos esenciais. E desde logo non podemos facelo sen emitir polo menos unha queixa, unha aclaración, esta carta.

En primeira instancia, queremos manifestar que, a pesar de que o comunicado é un documento estritamente reivindicativo, probablemente faltoulle debate e diálogo previo, de maneira que queda demasiado curto e resulta pouco pedagóxico. Na nosa persoal visión, o arqueólogo é moito máis que un descubridor, un xerador dun patrimonio antes descoñecido e agora desvelado e entregado á sociedade á que pertence en último termo. Esa condición impón ao profesional outra inmediata: asumir a responsabilidade da súa protección e transmisión completa ás xeracións futuras. O arqueólogo perdeu a súa liberdade, está atrapado nesa dobre responsabilidade de descubridor e coidador. O primeiro encargo é incuestionable; sobre o segundo queremos deternos máis longamente.

Nun artigo xa antigo, de gran influencia persoal para nós, Lipe (1974) indicaba a complexidade que a tarefa da protección impón ao arqueólogo: “these require archaeologists to become involved in all aspects of archaeological resource management, not just in the exploitive aspect”. Quizá inspirado por pensadores como Lipe, o primeiro artigo do código ético da Society for American Archaeology indica que: “The archaeological record, that is, in situ archaeological material and sites, archaeological collections, records and reports, is irreplaceable. It is the responsibility of all archaeologists to work for the long-term conservation and protection of the archaeological record by practicing and promoting stewardship of the archaeological record. Stewards are both caretakers of and advocates for the archaeological record for the benefit of all people; as they investigate and interpret the record, they should use the specialized knowledge they gain to promote public understanding and support for its long-term preservation”.

Gustaríanos saber se os arqueólogos, sexan os promotores ou os asinantes do comunicado, ou calquera que se autodefina como “arqueólogo” asumiría como propia esa esixencia, e se serían capaces de poñela en práctica. Sen pretender ser excesivamente acres, a nosa experiencia profesional e persoal indica unha escasa preparación en asuntos vencellados á preservación do soporte material sobre o que se constrúe o patrimonio e a historia. E máis grave que todo iso, unha preocupante falta de interese por esa carencia, o que debe ser cualificado como unha falta de atención ética e máis aínda, como unha irresponsabilidade cara a un patrimonio que nos pertence a todos.

Aínda que se mencionou xa, queremos incidir tamén nunha variable relevante que non percibimos no comunicado nin nos seus anexos. E nese contexto recomendamos encarecidamente ler a “Declaración de Faro”. Trátase dun documento de extraordinario interese, que discute as estratexias a medio prazo relativas á xestión do patrimonio cultural, por exemplo recoñecendo que “los derechos referentes al patrimonio cultural son inherentes al derecho a tomar parte en la vida cultural, consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos”, ou o obxectivo insoslaiable da “conservación del patrimonio cultural y de su uso sostenible es el desarrollo de las personas y la calidad de vida”.

A nosa visión das profesións que se ocupan do patrimonio coincide plenamente co espírito dese documento. Por desgraza esa visión non aparece no comunicado. Gustaríanos ler que o patrimonio arqueolóxico é un ben social comunitario, e que a súa valoración e protección é a primeira das necesidades (éticas, non alimenticias) dos arqueólogos galegos. Máis aínda, e paradoxalmente, entendemos que só a mellora do recoñecemento social do patrimonio e a participación cidadá na súa xestión permitirannos sobrevivir, aos arqueólogos e resto de profesións do patrimonio.

Xa rematando, unha indicación sobre as necesidades de cooperación entre todas as profesións involucradas nesta inxente tarefa. De maneira supoñemos inconsciente, o comunicado mestura conceptos como “arqueólogo” ou “arqueoloxía”, “profesionais da arqueoloxía” ou “actividade arqueolóxica”, entre outros. Parece que esa confusión conceptual pretende inxenuamente unha reserva de actividade sobre un tipo de patrimonio determinado para unha única titulación, co que obviamente estamos en desacordo. ¿Debatemos que é a arqueoloxía e o arqueólogo? Cando se fala de “arqueoloxía galega”, ¿fálase dunha tipoloxía patrimonial ou dunha actividade profesional?¿Que é, que fai, un “profesional da arqueoloxía”?, ¿Quen son eses profesionais?.

Os lectores desta carta coñecen as demandas relativas á competencia do conservador restaurador (de arqueoloxía), que algún de nós reivindicou longamente. O Título Superior en CR é unha titulación especialista de 240 ECTS (ou sexa, un grao universitario), cunha formación interdisciplinar que inclúe boa cantidade de créditos sobre historia, prehistoria, etnoloxía, entre outras formacións complementarias que entendemos enriquecen a visión e competencias do futuro profesional (http://www.xunta.gal/dog/Publicados/2012/20120417/AnuncioG0164-110412-0005_gl.pdf). Esas competencias non se reflectiron nun adecuado tratamento na lexislación ou na actividade real: todos coñecedes a escasa penetración dos titulados da ESCRBCG na “actividade arqueolóxica”. Paradoxalmente, vós mesmos propoñedes que “o profesional ten coñecementos suficientes de medicina e está habilitado para o exercicio da medicina. Pois, o mesmo queremos os arqueólogos; nin máis, nin menos”. Apuntámonos a frase e lembrarémosvola en canto teñamos oportunidade.

Por iso tamén o comunicado quédasenos curto, porque ignora a técnicos tan próximos a vós, tan imprescindibles. Os conservadores restauradores só pretenden / pretendemos ser considerados, ser visibles e útiles. Retomando as ideas iniciais, cremos na interdisciplinaridade porque entendemos que o patrimonio arqueolóxico pertence a toda a sociedade e merece a pena desenvolver unha actividade impecable sobre el. Entendemos que entre todos podemos facer un traballo mellor: non só vivir do patrimonio arqueolóxico, senón con el, favorecendo a súa perduración e recoñecemento. Como indicamos nun escrito recente, cremos que hai “un espacio de acuerdo en el que debemos trabajar todas las disciplinas, con todas las fuerzas de las que seamos capaces. Una idea fuerza que permita construir en las sociedades su propio concepto de patrimonio, el que sea y con los desajustes que sean. Sólo a partir de ese aprecio podremos debatir junto con ellas los matices, los sutiles desacuerdos que renovarán nuestro pensamiento conjunto”.

Resumindo, consideramos que os documentos propostos crean unha arriscada confusión conceptual sobre o que é ou debe ser a “arqueoloxía” como disciplina e os “arqueólogos” como profesión, pero ignorando que a clave de todo debe ser o “patrimonio arqueolóxico” e a sociedade á que pertence e á que nos debemos. Os documentos mesturan cuestións moi diversas e complexas: académicas, científicas, empresariais, laborais, de xestión... pero nese maremagnum faise obviamente imposible abordar o fondo da problemática. E, por encima, parece que se achega como hipotética e practicamente única solución unha perigosa tendencia excluínte. Se só falamos de titulacións habilitantes pero esquecemos mencionar a ética e os criterios de calidade nas intervencións estaremos a caer nun corporativismo mal entendido. Se nin sequera se alude aos gravísimos problemas históricos da protección e xestión do patrimonio arqueolóxico en Galicia, debemos entender que iso en realidade non lles importa aos que se chaman “arqueólogos”, porque consideran que esa tarefa non lles compete. Sabemos que non é así, e de aí esta carta, pero crer que a mera creación dun grao en arqueoloxía solucionaría eses problemas históricos parécenos cando menos inxenuo. Por suposto, compartimos a preocupación e o interese pola mellora na formación en arqueoloxía e pola lexislación que regula a actividade arqueolóxica, e amosámonos dispostos a debater e colaborar na súa mellora. Pero este documento confírmanos unha vez máis que segue existindo, máis ou menos inconsciente pero igualmente perigosa, unha certa concepción da “arqueoloxía” que ignora unha e outra vez á “conservación de arqueoloxía”.

No fondo e moi preocupante, parece que se contempla o patrimonio arqueolóxico como unha reserva exclusiva de traballo, non como unha oportunidade para mellorar o país. Corrixindo eses principios estaremos nun punto óptimo para empezar a construír un futuro mellor para o patrimonio, de acordo co pensamento social. Só despois poderemos falar de competencias e límites, esperemos que baseados na cooperación. Para ambos debates esperámosvos.

Fernando Carrera Ramirez e Álvaro Arizaga Castro
Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia

REFERENCIAS:
Lipe, W.D., 1974: “A Conservation Model for American Archaeology”. The Kiva 39 (3-4): 213-245.

domingo, 25 de junio de 2017

¿CINCO AÑOS MÁS PARA UNA NUEVA DERROTA?: NO CON NOSOTROS

Los conservadores restauradores no somos artistas, ni lo pretendemos. Somos mucho más modestos, meros científicos que analizamos concienzudamente las condiciones que han provocado el deterioro en el patrimonio cultural (también, pero no sólo, las obras “artísticas”) para intentar contenerlo. Estamos más cerca de la química que de la música, que dejamos para nuestro gozo y disfrute relajado, como cualquier ciudadano. 

Y sin embargo, hemos apostado desde 2012 por un pacto con el resto de las Enseñanzas Artísticas, en la defensa del carácter superior de nuestras enseñanzas. ¿Por qué?, por razones estratégicas (la fuerza del grupo) pero también por solidaridad: teníamos los mismos enemigos, pero una experiencia más dolorosa que ninguna otra de las disciplinas artísticas. Poseíamos esa sabiduría nacida de la larga duplicidad de titulaciones dentro y fuera de la universidad; una historia que nos ha llevado hasta la situación actual:  una profesión sin regulación, sin reconocimiento social, internamente enfrentada, arrasada por la sobrepoblación de titulados, etc. Una lamentable experiencia a la que se enfrentarán el resto de disciplinas artísticas en un tiempo más cercano de lo que nadie puede  imaginar. En nuestro caso y pese a que todo eso fue publicado y era conocido desde hacía mucho tiempo, no fuimos capaces de lograr la unificación de instituciones y títulos, y seguimos inmersos en una sangría permanente. 

En esa tesitura, podíamos haber solicitado la aplicación de la disposición adicional vigésimo segunda de la LOE, que recogía la posibilidad de “transformación” de los centros a universitarios. ¿Qué estrategia nos planteábamos desde la Conservación Restauración?: la incorporación en condiciones de igualdad (universitaria) a los Grados en Conservación Restauración de Bienes Culturales, implantados en la Universidad española en un número de sieteA a partir de las sentencias del Tribunal Supremo en 2012, abordamos sin embargo un proceso de convergencia con otras disciplinas artísticas y creamos la Plataforma por la integración de las EEAASS en el sistema universitario. En su documento fundacional, votado en los órganos colegiados de los centros integrados en la misma, se manifestaba una indudable voluntad de integración en la universidad. Desde 2012, las posiciones de la Plataforma han ido basculando hacia una progresiva moderación de sus postulados, aceptando otras fórmulas propuestas desde entidades muy diversas, siempre que pasaran a través de una adscripción previa que evitase el insoportable engaño al que hemos sometido a nuestro alumnado.

No es el momento de hablar de la trayectoria de la Plataforma, de sus éxitos y fracasos, de sus indiscutibles logros (lo que puede consultarse en la hemeroteca y en las redes sociales). Tan sólo recordar que sus postulados están avalados por 23.000 personas en la petición en change y ha sido apoyado por 8 asambleas de alumnos, 11 centros de EEAASS, 8 asociaciones profesionales y 6 sindicatos. Este apoyo se multiplica en el caso de la plataforma de Galicia a otras 15 asociaciones profesionales, el Consejo Escolar de Galicia, la confederación de AMPAS y la totalidad del arco parlamentario con excepción del PP. Lo que nos interesa ahora es evidenciar una nueva estrategia, un sutil cambio de prioridades en mi opinión erróneo y condenado al fracaso. Un movimiento que nos separa y debilita, renunciando al pacto de caballeros concertado entre todas las disciplinas afectadas por las sentencias del TS. ¿Por qué hablamos de un cambio de estrategia?, veamos las evidencias: 
  • Posiciones de parlamentos autonómicos: en Valencia se demanda “un nuevo marco legal" mientras “mientras se concreta la vía para la inclusión de estos centros y profesorado en el espacio universitario” . Esta declaración parece matizar lo que indicaba el Pacto del Botánic, en la que se promovía la  “integración de las enseñanzas artísticas en la universidad”. 
  • Una campaña en change.org lanzada por Víctor Pliego (Real Conservatorio Superior de Música de Madrid) de título “Ley de Enseñanzas Artísticas ¡Ya!” 
  • Otra campaña en la misma web, organizada por la Federación de Estudiantes de Música y de título “por una mejora de las Enseñanzas Artísticas Superiores”. 
  • El mismo programa electoral de 2016 de Podemos, que en su punto 206 propone la redacción de una “Ley de Enseñanzas Artísticas”, en la que “se desarrollará plenamente el ámbito específico de dichas enseñanzas y se logrará, al tiempo que se respeta su idiosincrasia, superar el marco actual de equivalencia, para alcanzar su plena equiparación a las enseñanzas universitarias” y en este contexto se “favorecerá la creación de Universidades de las Artes”.
  • Aunque no todos, muchos de estos movimientos tienen origen en una Plataforma creada en 2015, la de “músicos por un nuevo diseño de las enseñanzas artísticas”, que proponían la creación de “universidades de las artes”.
Parece que el común denominador de estas reclamaciones es la redacción de una nueva Ley de Enseñanzas Artísticas Superiores. Para clarificar el debate, convendrá detenernos en los contenidos que se solicitan para esa ley, para lo que utilizaremos el listado avanzado por Pliego en su solicitud: 

1. Denominación de Grado para los títulos superiores de Enseñanzas Artísticas. (Comentario: lo compartimos, pero sólo mediante la adscripción e integración en la universidad. Ya ha quedado claro que la titulación de Grado sólo se otorgará en la universidad: lo ha dicho el Tribunal Supremo). 
2. Equivalencias para todos los títulos profesionales, elementales y superiores, actuales y anteriores. (Comentario: esta solicitud es de aplicación para algunas disciplinas, mientras que a otras (arte dramático, conservación) no les afecta, ¿es una reclamación exclusiva para la música?. En todo caso, esta reglamentación se puede y debe abordar en la legislación de enseñanza no superior).
3. Autonomía académica y de gestión para los centros superiores de Enseñanzas Artísticas, con categoría de centros de investigación. (Comentario: esto se logra también mediante la integración universitaria y parcialmente mediante la adscripción, no hace falta una legislación específica). 
4. Derechos del alumnado de Enseñanzas Artísticas iguales al universitario. (Comentario: de nuevo, la adscripción los garantiza inmediatamente).
5. Cuerpos docentes específicos y diferentes para cada nivel de las enseñanzas artísticas. (Comentario: de nuevo, se está mezclando el problema de la música (niveles elementales, profesionales y superiores) con el de otras disciplinas. Lo que se está proponiendo aquí son cuerpos específicos, cuando ya existen cuerpos para las diversos niveles académicos en España: primaria, secundaria y universitario).
6. Reconocimiento y fomento de las actividades artísticas e investigadoras del personal docente. (Comentario: la Plataforma lo solicita asimismo, aunque es una reivindicación que habrá de abordarse en los procesos de adscripción e integración).
7. Sistemas adecuados para estimular la calidad, evaluación y acreditación. (Comentario: esos sistemas existen en la universidad, no hace falta legislar nada).
8. Mecanismos para impulsar la integración en el sistema universitario. (Comentario: si el objetivo último es integrarnos en la universidad y la universidad soluciona todo ¿para qué todo lo demás?). 

Sólo parece haber una propuesta diferente a los postulados de la Plataforma: la creación de cuerpos docentes específicos, de lo que inferimos que se estaba camuflando una mera reivindicación laboral. Dicha reivindicación no ha sido una prioridad (quizá erróneamente) desde la Plataforma, y aunque reconocemos que el profesorado de las EEAASS ha sido maltratado, entendemos que los procesos de integración universitaria aportan todas las soluciones para dicha problemática. 

El resto de iniciativas transitan por caminos semejantes. Los estudiantes defendiendo legítimamente sus derechos y los partidos (Podemos y Compromís) proponiendo la misma idea que Pliego, pero explicitando otro desideratum ampliamente publicitado desde hace tiempo: la creación de universidades de las artes. ¿Qué es eso, una universidad nueva, y para qué hace falta una ley, si ya existe una (LOU) que reconoce la posibilidad de creación de nuevas universidades?. En resumidas cuentas, si en el punto 8 de Pliego se solicita la integración universitaria y dicha integración es factible con la legislación actual, ¿para qué una ley nueva, qué novedades aporta esa solución?. Nada salvo (y aquí parece estar el quid) la puerta para una mejora de las condiciones laborales de los profesores, nada nuevo para el alumnado ni los centros. Las soluciones propuestas desde la Plataforma eran prácticamente idénticas, pero diferían en dos puntos: la mejora laboral no era una prioridad y se postponía a los procesos de integración universitaria. Pero sobre todo, nuestras ideas eran (son) de aplicación inmediata: la adscripción se puede abordar ya en cualquier territorio y disciplina en aplicación de la legislación vigente. Con todo y para que no se produjera un proceso caótico, nos parecía conveniente una norma estatal (¿un Real Decreto?) de ordenación del proceso.

Para tal propuesta se podía haber sido más claro, más sincero. Sobre todo, si la solución habría de abordar un proceso legislativo largo y complejo, lleno de incertidumbres y, en nuestra opinión, condenado al fracaso. Para entonces, los problemas laborales también estarían resueltos en la vía integración.

Pero aún hay más, se está ocultando que algunas administraciones públicas ya han dicho que no a las universidades de las artes, y tampoco parecen muy proclives a una nueva ley orgánica a medio camino entre la LOMCE y LOU, ni desde luego a la creación de nuevos cuerpos docentes: lo dejaron meridianamente claro en las diversas reuniones que tuvimos en el Ministerio cuando se discutía la LOMCE, a las que también asistieron representantes de ACESEA. Tampoco se ha tenido en cuenta la opinión de la universidad española, que negará cualquier otra opción que no sea la estrictamente universitaria. Por último, tenemos la impresión de que estas propuestas formulan meros deseos poco fundamentados: cualquiera que haya leído las sentencias del Tribunal Supremo, habrá entendido que la solución indicada por el tribunal es la integración universitaria. Más aún, nadie ha leído el extraordinario trabajo de Reyes Marzal, asimismo clarificador. Nadie ha aprendido la lección derivada del fracaso de la LOE, ni ha oído la experiencia de los conservadores restauradores. 

Coincidiendo con muchos de los citados, no creemos en una Ley Orgánica de EEAASS ni en Universidades de las Artes fuera de la universidad. No queremos ni creemos en nuevos procesos legislativos que dilaten la solución; tenemos legítimo temor a nuevas denuncias (y nuevas sentencias) que paralicen procesos imposibles. No queremos otros cinco años de dilación; queremos la solución ya; una solución inmediata para el alumnado y para el profesorado, para los centros. Queremos todos los derechos y los queremos YA, porque tenemos legislación aplicable y porque es lo justo.

Por el camino, y si se considera imprescindible, la única ley que queremos es la que diga lo siguiente: “Las enseñanzas artísticas superiores de arte dramático, música, danza, diseño, artes plásticas (vidrio y cerámica) y de conservación y restauración de bienes culturales son universitarias, por lo que los centros en que se imparten se adscriben a la universidad, pudiendo integrarse en la misma en los términos previstos en la legislación aplicable”

No sabemos si detrás de estas novedades se esconde puro corporativismo o ganas de mantener privilegios frente a la omnipotente universidad (si se prefiere ser "cabeza de ratón"), incluso si las impulsa el miedo. Puede que no seamos capaces de ver las potenciales mejoras, o si están inspiradas por nobles deseos. Los riesgos de perder otros cinco años de tarea legislativa para volver al mismo punto de partida son demasiado altos, no soportaremos otros cinco años de engaños. Por tanto, a los Conservadores Restauradores no nos encontraréis en esa propuesta: abordaremos nuestro propio camino, como quizá deberíamos haber hecho hace tiempo. Tampoco aparenta que resultemos imprescindibles. 

Fernando Carrera Ramírez
Profesor ESCRBCGalicia
Presidente de ACRE (Asociación de Conservadores Restauradores de España)

miércoles, 14 de septiembre de 2016

El Patrimonio Cultural está hecho un eccehomo

El diccionario de la RAE define uno de los significados de eccehomo como “persona lacerada, rota, de lastimoso aspecto”. Nos parece un matiz semántico que permite, mediante un arriesgada voltereta, proponer una comparación con el estado del Patrimonio Cultural (PC en adelante). Más aún, para el desarrollo de nuestro argumentario utilizaremos el caso de un muy famoso eccehomo. Como podrán imaginar nos referimos a ese destruido en Borja como consecuencia de una actuación errónea y que ha llegado a convertirse en paradigma del espíritu jaranero y olvidadizo del pueblo español. Somos así: nos hace gracia el absurdo, la comedia, y homenajeamos a la buena señora que deformó una pintura respetable. Por si no fuera poco y para cerrar el círculo del cachondeo español, el resultado de la intervención se asemeja peligrosamente a Paquirrín, como si la buena de Cecilia hubiera recibido una inspiración más bien terrenal, poco divina. Y antes de entrar en más profundidades y para dejar clara nuestra postura, asumimos como propias las palabras de Vicente Verdú: “Su afán de embellecer un Cristo deteriorado por la humedad y el salitre ha producido, como efecto de su santa audacia, una irreverente caricatura del Hijo de Dios, más feo que Picio.”

Sólo gracias a las redes sociales se explica la repercusión mundial del hecho, máxima para una pieza de un género tan genuinamente español como el sainete. Aunque comprensible, menos simpática resulta la búsqueda de beneficio económico a partir del acto desgraciado, emprendida por el ayuntamiento de Borja y Cecilia misma. Y aunque a estas alturas ya nada nos sorprende, parece excesivo que hayamos llegado a ver un centro de interpretación sobre el asunto, e incluso una ópera cómica, por poner tan sólo un par de ejemplos. 

Los Conservadores Restauradores aceptamos con resignación la tosca broma, pero ya basta. La modestia de la obra original no resta las negativas implicaciones del asunto, su carácter ejemplificador. Y nos permite utilizarlo para abordar cuestiones algo más serias y complicadas, más amargas. Para ello propondremos una comparación, por si permite entender mejor el argumento: a nadie le gustaría que un chapuzas le estropease la -ya borrosa pero única- fotografía de sus bisabuelos fallecidos, o se cachondease de la memoria de un familiar querido, de la fealdad de su pueblo o incluso de la ineficacia de su equipo de futbol favorito. ¿Por qué?, simplemente porque cada uno de esos torpes ejemplos son muestras de la historia de ese individuo hipotético. No sólo de su presente sino también de su pasado sea material (la foto) o inmaterial (la memoria). Una vida y un patrimonio que desde el individuo, como capas solapadas, se va conformando por su familia, sus amistades, su comunidad, su región, su país y más allá, según cada persona. Un conjunto que nos permite, sutilmente, no sentirnos solos ante el mundo, más bien parte de una tribu ahora contemporánea.

El PC es todo eso, pero considerado ahora como herencia colectiva y ya no propiedad individual. Y aunque desconocemos la razón, a los expertos siempre nos ha resultado complejo explicar el valor del PC, un concepto dinámico y abordable desde muy diversas perspectivas. Quizá la noción más exitosa y permanente sea la formulada por Isidoro Montero, que lo define como el conformador del “capital simbólico” de una sociedad. Esa idea expresa quizá nuestro fracaso constatado, puesto que -para la ciudadanía- lo simbólico resulta mucho más difícil de percibir que otros patrimonios (financiero, natural, lingüístico, etc.). Y puede que hayamos promocionado poco la relación entre PC y turismo, una fórmula de éxito indiscutible. 

Por mucho que no seamos capaces de evidenciarlo, el PC forma parte esencial de nuestra vida, desde el individuo hasta la comunidad: es nuestra memoria (de los padres, de los abuelos, de los lejanos ancestros). Es aquello que heredamos como grupo y que estamos obligados a legar a nuestros sucesores; es algo que deberíamos proteger y defender, pero también de lo que sentirnos orgullosos. El ataque al patrimonio lo es sobre la propiedad comunal, sobre nuestra herencia, nuestra propiedad en suma. Y por tanto deberíamos haber respondido con enfado ante la actuación de Cecilia, dado que borró los restos de la memoria pintada en los muros de una iglesia en Borja, sustituyéndola irresponsablemente por su creación.

Cecilia es en realidad un actor muy secundario en todo esto, una pequeña muestra de un problema de mayor calado en el que aparece por desgracia la política, siempre la política. Porque, eso sí, las autoridades han conocido desde siempre el poder simbólico del PC, lo que a su vez explica su consideración utilitaria siempre y política con frecuencia. Por ejemplo y como señala J.M. Cuenca, “para justificar algunos hechos históricos, reclamar territorios o explicar teorías de corte nacionalista entre otras consideraciones”. Esa importancia socio política queda reflejada en el entusiasmo con que las Comunidades Autónomas abordaron hace años la gestión del PC. Desde entonces han tratado de ejecutar esa responsabilidad de forma diferente y, consecuentemente con niveles de éxito muy distinto. En general, nuestro diagnóstico sobre el estado del patrimonio es negativo, de ahí el título elegido para este documento. El patrimonio se degrada, pero paradójicamente también se amplía cada día, y nada de lo que se ha intentado nos parece definitivo. Podemos citar pocas estrategias con las que abordar un futuro incierto, más borroso si cabe en la presente coyuntura económica que rechaza la inversión no productiva (¡como si el PC no lo fuera!). En todo caso, nadie dijo que fuera una tarea fácil; si es compleja la definición del concepto, se entenderá la perspectiva multifactorial y cambiante con la que debe abordarse su  gestión.

La complejidad es un reto, no un obstáculo. Habrá que remangarse y asumirlo; habremos de diseñar estrategias novedosas; tendremos que proponer nuevos paradigmas y explorar su éxito o fracaso. Habremos de expulsar el uso político, ciertamente coyuntural y mentiroso. Por encima de todo, parece imprescindible poner en la diana la mejora del aprecio social del PC, auténtica clave de cualquier alternativa de éxito. Y para ello, habremos de dar voz y voto a la sociedad democratizando la gestión y fomentando la participación ciudadana; habrá que traer al escenario a nuevos actores sociales. Y también, tendremos que superar la gestión de “monumentos” para sustituirla por territorios y paisajes; habrá que cooperar entre instituciones e individuos; habrá que superar las ciegas barreras de las profesiones, de las administraciones y de las leyes. Habrá, en suma, que modificarlo todo.

Mientras tanto, nada parece que hayamos aprendido del ejemplo del Ecce Homo de Borja. Lo único que queda son -esperamos- algunos dineros públicos en ese municipio, además de los particulares. De nada ha servido el ridículo al que se nos ha sometido a los españoles. El acceso a la restauración del PC sigue sin regulación, o cuanto menos es muy limitada. Si se exigiera un proyecto y una firma, nunca Cecilia podría haber intervenido (para destruir) esa pintura. Como conservadores restauradores debemos señalar que nos afecta un desánimo monumental, puesto que no hemos sido capaces de acabar con el intrusismo en una profesión desconocida y maltratada. Pero más importante aún, nos enerva nuestra imposibilidad para acceder al diseño e implementación de esas nuevas estrategias de gestión, la falta de voz y de voto. Porque el ciudadano debería entender que en este escrito no hay una reivindicación profesional, o no sólo. Se trata de una cuestión mucho más relevante: las agresiones o abandonos lo son sobre propiedades comunitarias; se ataca nuestra alma pero también nuestro porvenir. Recogiendo la opinión de Victoria Montero, “patrimonio, turismo y desarrollo son las tres palabras mágicas del mundo agrario sometido a la reconversión europea”, estamos hablando de futuro, de supervivencia, de memoria pero también de pan. La situación la debe cambiar la ciudadanía, nos tememos; cada cual en la medida de sus posibilidades pero quizá empezando por dejar de reír los acontecimientos que carecen de dicha cualidad. 

Pero tampoco se preocupen excesivamente, que no se coarte el saludable jolgorio; es tan sólo una opinión personal.

Fernando Carrera Ramírez

lunes, 16 de mayo de 2016

LAS VERDADES DEL FONTANERO

El día 29 de abril de 2016 el grupo parlamentario del Bloque Nacionalista Galego (BNG) formulaba, a través de Cosme Eladio Pombo, una serie de preguntas en la Comisión de Educación y Cultura del Parlamento Gallego. Se trataba de indagar en las razones que llevaron a la Xunta a proveer una plaza de la especialidad de conservación y restauración de documento gráfico en la Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturas de Galicia (ESCRBCG), cuando dicha especialidad no existe en dicho centro educativo.

A estas alturas sabemos que el caso se explica por la relación de parentesco entre la beneficiada y un alto cargo de la Xunta de Galicia. Y aunque no entraremos en ese debate ahora (por otro lado incontestable), dicha vacante ha resultado muy polémica ante la irregularidad del procedimiento que parece esconder un enchufe clamoroso.

Lo que queremos presentar aquí es un ejemplo de la hipocresía y la arrogancia ejercida desde el poder y que ha supuesto, en última instancia, ese doloroso alejamiento entre política y ciudadanía que vivimos. La persona que contesta al parlamentario parece representar el paradigma de lo señalado, un poder ajeno a los intereses públicos y centrado en si mismo, un poder ciego, espurio. Para empezar, resulta llamativo que no comparezca un alto cargo relacionado con la contratación de personal (como podría ser el Director General de Centros y Recursos Humanos). Por el contrario, lo hace el Secretario General Técnico de la Consellería de Cultura, Educación y Ordenación Universitaria (en adelante SXT). En esta persona parece concentrarse un divino poder de ubicuidad, puesto que además del citado atesora al menos 18 cargos directivos. Y tampoco por casualidad es superior jerárquico de la protagonista, a la sazón directora del Museo Pedagógico de Galicia, pero paradójicamente también su subordinado, si se atiende al organigrama de dicha institución. Entonces, ¿quién es la beneficiada de la vacante?, efectivamente la directora de dicho Museo. Y quien se presenta al Parlamento es su jefe, el mismo que había amenazado gravemente al director de la ESCRBCG cuando se denunció la situación.

Las preguntas de Cosme Pombo son muy claras; las respuestas lo son menos, por desgracia. Y aunque no recomendamos su visionado, ahí dejamos el vídeo de la comparecencia, bastante deprimente para quien conozca la realidad de la situación.

Como “contextualización” (léase dispersión previa de basura) desnaturaliza la reivindicación universitaria de la ESCRBCG como un supuesto deseo de entrar por la puerta de atrás en el Olimpo universitario. Esa tontería ha sido repetidamente señalada por aquellos que, faltos de argumentos, pretendían desautorizar la demanda (unánime) de adscripción a la universidad por parte de la ESCRBCG. Y ante ideas tan endebles e indignas de comentario, sugerimos por ejemplo la consulta del CV del firmante, que se puede encontrar en las redes sociales, y cuyas necesidades de progresión académica parecen saciadas. En todo caso, aquellos que quieran conocer los argumentos de la solicitud de adscripción, tienen en este mismo blog información más completa.

La siguientes afirmaciones del SXT tienen que ver con la escasa matriculación en la Escuela, a partir de datos tercamente deformados que en todo caso muestran un deprimente desconocimiento de la situación. Para ahorrar en profesorado, es la propia Consellería la que ha limitado la matriculación anual a 20 personas, y dado que los estudios alcanzan cuatro cursos el número potencial de alumnos se limita a 80. Eso no debe esconder un descenso de la matriculación, que se viene produciendo también en la universidad, y que en el caso de la ESCRBCG está mediatizado por la feroz competencia de las titulaciones universitarias en Conservación Restauración, sobre lo que ha alertado repetidamente la Escuela.

La crítica anterior a los profesores y a la ESCRBCG misma tenía una explicación, justificar las razones de la convocatoria de la plaza. Ante personajes (los profesores) y entidades (la Escuela) tan raquíticos, es la Consellería la que paternalmente arregla el desaguisado, que para eso es quien manda. Conscientes de la estructura jerárquica de la institución, que sufrimos pero aceptamos, ese varonil gesto esconde la ausencia de justificación y se podría explicitar aún más sencillamente: lo hacemos porque nos sale de los cojones. Esa es, precisamente, nuestra denuncia.

Bien es verdad que el argumento superaba la metafórica referencia al escroto y contenía una coletilla justificatoria: dado el fracaso de matriculación, se pretendería “explorar” la posibilidad de implantar una nueva especialidad (precisamente la de documento gráfico). Lo que ocultaba es que dicha  implantación fue hace tiempo negada a solicitud de la Escuela, por razones financieras, y reafirmada en estos días. Y se trata de un argumento insostenible dada la situación económica y la necesidad de contratar más profesores (o bajar aún más la ratio). Y en todo caso, para la función de “explorar” ya tenemos en la Escuela un profesor con esa titulación.

Lo que entendemos hasta ahora es que para justificar la colocación irregular de un amigo se destruye el prestigio del centro y de sus profesores: gran estímulo el que nos regalan nuestros jefes, gracias Jefe. Y por si fuera poco a partir de ahí, la comparecencia se precipita en una catarata de la confusión:

  • Se realizó un proceso transparente y abierto: ¿consideran los lectores que convocar inesperadamente una plaza y otorgarla cuatro días después es transparente?, ¿es normal que sólo se presentara una persona en toda España?, ¿que los sindicatos se hayan llevado las manos a la cabeza?, ¿que el propio Jefe Territorial se haya desvinculado del proceso?.
  • Ningún sindicato impugnó el proceso: cuando se puso en marcha (18 de enero) no, pero en cuanto se conoció (a partir del 8 de marzo) la nueva plaza sí se denuncia, tanto en la Mesa Sectorial como en la Junta de Personal.
  • Los profesores de la ESCRBCG defienden posiciones individuales, pues claro: la de aquellos trabajadores que entraron de forma regulada en la Escuela, a través de sus respectivos méritos.
  • Más adelante el SXT amenaza con sacar a concurso todas las plazas de la Escuela, en una actitud (“tomo nota”) que se desautoriza por sí misma. Conocemos esa amenaza, puesto que ya la planteó en una reunión con tres docentes de la Escuela.
  • Respecto a la adscripción a la universidad, repite el cansino argumento de que la universidad no nos quiere. A ese idea hemos contestado siempre de la misma forma, ¿se han reunido alguna vez con los rectores para discutirlo?: nosotros sí.
  • Las últimas afirmaciones escapan a nuestra comprensión, señalando que los profesores interinos carecen de especialidad. O se ha equivocado, o indica un desconocimiento profundo de los procesos de contratación de personal docente. Por supuesto tienen especialidad (arqueología, pintura o escultura; las especialidades que se imparten en la Escuela), y han sido seleccionados a partir de listas creadas por la Consellería. Más aún, algunos de estos interinos no deben ser tan ineptos puesto que la propia Consellería les ha otorgado cargos directivos, que ejercen con notable responsabilidad.

La historia de la fontanería es antigua. En su acepción popular se refiere a las personas encargadas de limpiar las cañerías y cloacas de la política; los encargados de dirigir la opinión pública hacia las posiciones deseadas por el poder, aunque sean falsas. Este es un pequeño caso, un ejemplo menor, pero perfectamente representativo. Por fortuna, a pesar de las presiones, las mentiras y las deformaciones, el ciudadano tiene la última palabra. Una palabra modesta y a veces mal utilizada, su voto. Y ante ese voto me aplico lo de Anguita “votad al honrado, al ladrón no lo votéis aunque tenga la hoz y el martillo”.

Contra esta irregularidad podéis firmar aquí



jueves, 26 de febrero de 2015

HISTORIA DE UN DESBARAJUSTE

Los orígenes
El nacimiento de los estudios de CR puede fijarse en el entorno de los años 40 del siglo XX. En 1942 se reorganizan las Escuelas Nacionales de Bellas Artes y se crea la sección de Restauración. A partir de ese momento se implantarán las asignaturas de Restauración de Cuadros y de Restauración de Escultura que cristalizarán en la creación, en 1949, de la Especialidad de Restauración y en la nueva titulación de Diploma de Restaurador. En 1978 (RD 988/1978, de 14 de abril), las Escuelas Nacionales de Bellas Artes se transforman en facultades universitarias y como consecuencia a partir de 1980 se crean las especialidades de Restauración en las nuevas Facultades de Bellas Artes de las Universidades Complutense de Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao, y posteriormente en Granada y Valencia. Desde ese momento y hasta el presente la universidad española mantendrá una oferta oficial de titulaciones universitarias en CR, primero como Licenciaturas y muy recientemente como Grados.
Con algo de retraso (1969) pero de forma paralela, se crea en Madrid la Escuela de Artes Aplicadas a la Restauración, inicialmente dependiente del Instituto Central de Restauración y Conservación de Obras y Objetos de Arte, Arqueología y Etnología (ICCROA). En 1977 la ahora llamada Escuela de Restauración de Obras de Arte se independiza formalmente del ICCROA y pasa a depender del Ministerio de Educación, otorgando una titulación de Restaurador.
Como se ve en ese escueto resumen, desde su mismo origen la formación en CR en España se mantiene en dos ámbitos diferentes y en ellos persiste hasta la actualidad.
Las leyes inorgánicas

La historia reciente de las Escuelas de CR (no universitarias) empieza con su reconocimiento como enseñanza superior en la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo Español (LOGSE), que reconoce la equivalencia de la titulación expedida por la Escuela a la de Diplomatura Universitaria. Su desarrollo modifica el plan de estudios y la denominación del título y centro, que pasa al de Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Sin embargo, las propuestas contenidas en esa ley se limitan a las titulaciones, careciendo de previsión en torno al funcionamiento y normas de las instituciones, que siguen funcionando hasta el presente como centros de enseñanza secundaria. 
En esta época se crean las Escuelas Superiores de CR de Galicia (1991) y de Cataluña (1992), y posteriormente las de Aragón, Asturias y Castilla-León.
La multiplicación de las Escuelas Superiores incrementará el problema no resuelto de competencia con la universidad española, hasta ese momento limitado a la Comunidad de Madrid. En efecto, al menos en siete universidades se seguían expidiendo titulaciones en CR, quizá similares en competencias adquiridas pero diferentes en el nivel académico de la titulación. Es fácil imaginar el perjuicio que esta situación ha ocasionado sobre los diplomados de las Escuelas de CR. Más complicado de calibrar, pero probablemente más profundas, habrán sido las consecuencias de esta duplicidad sobre la actividad profesional: sobre su regulación, sobre la cohesión interna y el asociacionismo, etc.
Aunque no es de interés para este sencillo escrito, la situación de las Escuelas Superiores de CR fue siempre de la mano del heterogéneo grupo denominado Enseñanzas Artísticas Superiores (EEAASS). La citada LOGSE organizó también los estudios de Música, Arte Dramático, Danza, Diseño, etc., estudios con los que compartimos la misma situación de desamparo. Para una lectura del -muy singular- caso de la Música, recomiendo la lectura de los escritos de Valente y Pliego citados en la bibliografía. 
La penúltima ley orgánica sobre educación data de 2006, la Ley Orgánica de Educación (LOE). En relación a las EEAASS la LOE sólo aporta una modificación de denominación de las titulaciones. Ese cambio, de diplomado a graduado, respondía a la necesidad de adaptación al proceso de Bolonia que, como se sabe, pretendía ordenar la enseñanza superior en Europa mediante la creación del Espacio Europeo de la Educación Superior (EEES).
Pese a los ruegos (Carrera, 2005), la LOE fue de nuevo una oportunidad desperdiciada para la ordenación de los estudios en CR. De hecho, durante su redacción se intentó abordar el problema mediante el “Documento de apoyo al establecimiento de un título universitario oficial de grado en Conservación Restauración”, que fue firmado (19 de Febrero de 2005, Museo del Traje, Madrid) por asociaciones profesionales de CR, la totalidad de Facultades de Bellas Artes y varias Escuelas de Conservación (entre ellas, Galicia). Entre otras cosas, en dicho documento se decía: 
“Consideramos que el sistema educativo español cuenta en la actualidad con los recursos docentes, tanto en el ámbito universitario como en el marco de las enseñanzas artísticas de régimen especial (LOGSE) que permitirían la implantación y desarrollo de los estudios de Grado y Posgrado como títulos universitarios. Para ello, en los ámbitos administrativos en los que existen Escuelas Superiores de Conservación-Restauración de Bienes Culturales (ESCRBC) se debería considerar la transformación de las mismas, quedando así incorporadas al ámbito universitario, sin que ello suponga una posición de preeminencia alguna de las estructuras o personas involucradas”.
Jamás se estuvo tan cerca de una solución y debe saberse que fueron las propias Escuelas de CR las que retiraron su apoyo a dicho documento, cuya trascendencia nunca podrá ser calibrada. ¿Qué les pasó a los claustros de esas Escuelas, se impuso el miedo y la rutina, los prejuicios?: el lector deberá preguntar a otros distintos que al abajo firmante.
En todo caso, lo más positivo de la LOE eran dos referencias a la posible cooperación con la universidad. En el artículo 58.4 se señalaba que:
“Las Comunidades Autónomas y las universidades de sus respectivos ámbitos territoriales podrán convenir fórmulas de colaboración para los estudios de enseñanzas artísticas superiores regulados en esta Ley.”
Y aunque nadie ha tenido en cuenta esta previsión, la adicional 22 contemplaba la “transformación” de los estudios a universitarios en el caso de que surgieran titulaciones semejantes en la universidad: 
"En el supuesto de que en el proceso de ordenación de la enseñanza universitaria se definieran en el futuro títulos que correspondan a estudios regulados en la presente Ley, el Gobierno, previa consulta a las Comunidades Autónomas podrá establecer el oportuno proceso de transformación de tales estudios”
Esa adicional señalaba específicamente a la Conservación Restauración, y constituyó una “adición” promovida desde el ámbito universitario. Al “ordenar” las EEAASS, los redactores de la LOE (y previamente los de la LOGSE), obviaron torpemente el hecho de que los estudios de CR estaban implantados desde hacía tiempo en la universidad. En el momento de su redacción (año 2005), ya se conocía (2004) la publicación por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) del Libro Blanco de las titulaciones de Grado en Bellas Artes, Diseño y Restauración.
En desarrollo de la LOE, en 2009 se publica el Real Decreto (RD 1614/2009) de ordenación de las EEAASS. En él se define la pauta ECTS, la organización de los niveles de Grado y Máster y otros aspectos para acercarlas al EEES. Sin embargo, su redacción y filosofía pretendía dejar fuera a la universidad en la impartición de las enseñanzas artísticas, obviando el hecho de que algunos estudios  artísticos (Bellas Artes y Conservación) llevaban largos años siendo  titulaciones universitarias. No sólo eso, en 2009 era conocida la presentación ante la ANECA de los proyectos de Grado en Conservación Restauración por parte de varias universidades españolas. Por increíble que parezca ahora, parecía que se trataba de ganar una carrera competitiva entre la universidad y las EEAASS, en el intento de conseguir la titulación de Grado. El liderazgo era ejercido por la asociación ACESEA, dirigida desde siempre por la poderosa vieja guardia de las EEAASS. Sea como fuere, la precipitación e irreflexión con la que se actuó en esos tiempos explican que el RD 1614/2009 haya sido destruido por el Tribunal Supremo. 
El resto es bien conocido, pues alcanza ya el año 2012: con fecha 15 de enero el Tribunal Supremo dicta sentencia impugnando parcialmente el RD 1614/2009, esencialmente en lo referido a la denominación de “Grado” para las titulaciones reguladas en el mismo. El estudio de las sentencias es largo y su interpretación como siempre subjetiva. Para evitar ese riesgo, la citaremos textualmente, en las que se reconoce que debiera haberse producido una transformación de los estudios (al menos, los de CR) a universitarios.:   
“Lo cual implica, contrariamente a lo establecido en la Disposición Adicional Séptima del Real Decreto 1.614/2.009, que serán los estudios regulados en la LOE los que deberán adaptarse y transformarse, en el caso de que en el futuro en la enseñanza universitaria se definan títulos que correspondan a estudios regulados en la LOE y no al contrario. En todo caso, la aparición de enseñanzas universitarias nuevas debe prevalecer sobre los regulados en la Ley Orgánica 2/2.006, de Educación, puesto que en esta ley se dispone la obligación de transformar las enseñanzas que regula, ante tal supuesto”
La más reciente ley aprobada, en 2013, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), mantiene a las EEAASS en el espacio escolar -no universitario- diseñada en la LOGSE y mantenida en la LOE. Como novedad, la nueva LOMCE clarifica la equivalencia de las titulaciones que ya contemplaba la LOE, incluyendo algunos detalles novedosos, como la referencia al Marco Español de Cualificaciones (MECES). Pero hay otra interesante novedad, referida a la posibilidad de adscripción a la universidad de los centros:
“Las Administraciones educativas podrán adscribir centros de Enseñanzas Artísticas Superiores mediante convenio a las Universidades, según lo indicado en el artículo 11 de la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades”.
La introducción de este nuevo epígrafe es consecuencia de la decidida acción de la Plataforma por la Integración de las Enseñanzas Artísticas en la Universidad, organización que se mostró muy activa en la defensa de la opción universitaria y que fue recibida una decena de veces en el período de redacción de la ley. Todo ello demuestra que para el Ministerio la propuesta de adscripción no era tan descabellada.
Sin embargo, la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia, ajena al clamor de los implicados, ha decidido mantener el estatus paralelo, apoyándose machaconamente en afirmaciones carentes de fundamento. En esta situación nos mantenemos ahora, a la espera de que estas afirmaciones caduquen pronto. 
El problema de las EEAASS, ¿es sólo la titulación?
Pese a que últimamente el elemento de discusión parece haberse centrado en el asunto de la “pérdida” de la titulación (de Grado), hace tiempo que señalamos que LOE (y LOMCE) eran soluciones ineficaces a los problemas de las EEAASS (Carrera, 2010). Nos parecía que la organización las dejaba fuera del EEES y condenaba la movilidad internacional de los profesionales con titulaciones en esos centros. Desde luego tenemos dudas muy razonables sobre la “seguridad jurídica” de las titulaciones. 
Para responder a esas preguntas, haremos otra: ¿qué es el Espacio Europeo de la Educación (EEES)?. Creemos que su creación buscaba ordenar, regular y hacer comparables los estudios superiores en Europa. Y, como consecuencia, favorecer la movilidad de alumnado, profesorado y egresados. ¿Qué medios se utilizarán para el logro de ese fin?, el propio Tribunal Supremo lo explica en la Sentencia: 
“…un sistema que se basa en cuatro pilares fundamentales como son:
a) La Pauta ECTS (European Credit Transfer System): Que se fundamenta en el precepto de que, a partir de ahora, un crédito será equivalente a unas 25 o 30 horas de trabajo…
b) Estructura grado/postgrado: La educación superior se dividirá en dos ciclos, un grado de orientación generalista y un postgrado de orientación especialista…
c) Acreditación: Se crean sistemas de acreditación que, mediante una evaluación interna y otra externa, vigila la calidad de cada centro formativo y su adecuación a los requisitos que se establecen en el Espacio Europeo de Educación Superior.
Y por último d) Expedición del suplemento europeo al título para promover la movilidad de estudiantes”

De esos cuatro pilares, el entramado normativo de las EEAASS ha obviado  hasta el momento los tres últimos: ni existe (ni podrá existir jamás) un doctorado que forma parte del posgrado y que pertenece con exclusividad a la Universidad. Pero sobre todo, se ha ignorado el punto c (acreditación), al no exigirse la verificación ante una agencia externa (ANECA, en España), ni desenvolverse procedimientos de control interno de la calidad. Finalmente, no se ha abordado todavía el desarrollo del punto d (suplemento europeo al título). Esas carencias extrañan también al Tribunal Supremo:
“En definitiva, no se alcanza a comprender el objeto del establecimiento de las medidas necesarias "para articular la adecuada diferenciación" con las enseñanzas universitarias como se preceptúa en la disposición adicional séptima, en títulos que, además, tanto en la LOE como en el Real Decreto 1.614/2.009, se declaran como "equiparables a todos los efectos" con las universitarias, pero sin pasar por los requisitos de calidad a que obligan las normativas del contexto de la ordenación de la educación superior española en el marco europeo, contradiciendo por tanto el artículo 46-2º de la LOE e imposibilitando el reconocimiento parcial de esta enseñanzas por las Universidades, lo cual es un contrasentido con la anterior determinación de equiparación de efectos entre los títulos"
Las señalado en los párrafos anteriores expulsa a nuestros estudiantes del EEES y condiciona gravemente, nos tememos, la potencial movilidad no ya del alumnado sino de los mismos profesionales (Marzal, 2010). ¿Quién va a considerar reconocible u homologable, una titulación no acreditada?. Se repite insistentemente en su carácter “equivalente”, pero esa cualidad se limita al ámbito español, ¿quién garantiza que esa equivalencia sea reconocida fuera de las fronteras del estado?. 
Como acabamos de decir ese perverso efecto es seguro para Europa, pero también nos tememos que lo sea para el caso español, como hemos vivido históricamente los profesionales de la CR. La asimilación social entre educación superior y universidad puede acarrear que en la oferta de empleo público, como en el ejemplo señalado, se discrimine a las titulaciones no “universitarias”. En el mercado privado, los problemas superan a la mera titulación: no ha sido abordada una regulación de la actividad de la CR, para lo que se necesitará, como mínimo, un mapa definitivo de titulaciones oficiales. 
Durante el período escolar, la ubicación no universitaria restringe enormes oportunidades al alumnado, un grupo que ha mostrado una notable serenidad en sus reacciones, pese a las afrentas y considerando la enorme repercusión del estado de cosas. La financiación de los estudios de máster, de prácticas externas, de doctorado e investigación les son arrebatadas. En general, se limitan las posibilidades de promoción académica, obligándolos a un imprescindible salto a la universidad. Por no citar una multitud de servicios que, hoy por hoy, les están vetados.
Por último, y pese a que apenas ha aparecido en la discusión, la situación del profesorado es poco sostenible: se le ha exigido impartir “educación superior” con medios, condiciones, horarios, retribuciones, etc., que no son adecuadas ni recompensan el esfuerzo desplegado. En consecuencia, el futuro de los centros de EEAASS no puede ser halagüeño, especialmente en aquellas disciplinas que (como la CR) cuentan con una fuerte competencia en la universidad. 
Como colofón y para resumir la situación actual, citaremos el documento que la Asociación de Conservadores Restauradores de España (ACRE, 2013) publicó recientemente en relación a la regulación de la profesión:
“En lo que respecta a la formación y educación, no existe actualmente un Título Superior único en España con denominación de Grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales. El profesorado actual tiene tan diversos perfiles como el de profesor de enseñanza secundaria o el de doctor universitario. Esto procura variedad de estudios y comparaciones, no habiendo sido ni siquiera resuelta la homologación de planes anteriores de educación. Vivimos la delirante y absurda realidad de contar actualmente con profesionales titulados con una Diplomatura por las antiguas Escuelas de Conservación y Restauración, a otros con la Licenciatura en Bellas Artes (antes de la existencia de C+R en la Universidad), con la Licenciatura en Bellas Artes con especialidad de C+R, con la Licenciatura en Bellas Artes con itinerario en C+R, con un Título Superior por las Escuelas Superiores de Conservación y Restauración, y, por último, con Graduados en C+R.”

Bibiografía citada y otra recomendada

ACRE (2013): Una regulación profesional que no llega. En: http://asociacion-acre.com/?p=1450
Amitrano, R. y Valiente, S. (1986). Conservación y Restauración en España. B. Anabad XXXVI, nº 3. pp: 481-490.
Carrera, F. (2005): Afanes de una ciencia enmudecidaEn: http://elpais.com/diario/2005/09/12/educacion/1126476007_850215.html
Marzal, C. (2010): El régimen jurídico de las enseñanzas musicales en España. Institución Alfonso el Magnánimo, Valencia.
Pliego, V. (1997): “Los Conservatorios Superiores y la Universidad” En: http://www.xtec.cat/~cmiro12/documents/normativa/2_7.pdf
Valente, A.: “El futuro de la música está en la Universidad”. En: http://www.mundoclasico.com/ed/documentos/doc-ver.aspx?id=88d8e018-39b7-4339-947c-3a4a2d034f6d
Viñas, R. (2008) La conservación y restauración de bienes culturales en el nuevo contexto educativo español. PH Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, nº 66 I mayo 2008, pp. 106-123.
Grup Tècnic, Breve explicación de la historia de los estudios de Conservación-Restauración en Cataluña. http://gruptecnic.org/Estudios%20C-R%20Cat.pdf